El mundo según Hoshi.

“Los dos patas son despistados. Andan por el mundo, sin enterarse de nada y por eso necesitan mi ayuda. Ya me han dejado otras veces olvidado y siempre han vuelto. Así que tan solo es cuestión esperar.” Perreaba* Hoshi con su hocico pegado al asalto. Pero sin embargo llevaba allí varias noches y los dos patas de su manada no había vuelto. El estomago empezaba a dolerle y estaba cansado y sediento, pero Hoshi no se atrevía a abandonar su puesto en las lindes de la carretera. Si se apartaba al bosque cercano a buscar agua y comida y tardaba mucho, puede que su dos patas Cuchi volviese y no le viese. Y ya no podían tardar mucho en volver. A fin de cuentas, nunca había tardado tanto en recordarle. Mientras estaba ocupado con estos perromientos empezó a sentirse soñoliento. La idea de una siesta no le parecía mal. Fijo que cuando despertara, Cuchi ya habría vuelto y estaría otra vez en la caja corredora junto su pequeña Cuchita. Fue cerrando los ojos lentamente y aflojando la respiración, cuando un movimiento brusco le despertó. Era uno de esos movimientos, del que los dos patas no suelen ni enterarse, pero mucho más fuerte de los que había llegado a conocer. Se levanto como pudo para encontrarse con otro cuatro patas bastante parecido a él. Nada más olerlo, el instinto de Hoshi le indico que era de su manada. Pero había algo extraño. Daba la sensación que a pesar de estar a su lado, a la vez estaba en algún lugar al cual no podría llegar por mucho que caminara. Quizás con alguna caja corredora de los dos patas… Hoshi hizo un intento de olisquear a su nuevo compañero, pero no llego a dar ni un paso cuando fue interrumpido por un ladrido. Hoshi se asusto del comportamiento de su nuevo compañero, así que huyo. Salió corriendo sacando fuerzas del miedo producido por el horripilante ladrido. Cuando estaba llegando al bosque, otro ladrido salió de la espesura, obligándolo a huir en otra dirección. Tras múltiples gruñidos y giros, Hoshi se dio de bruces con agua y algo de comida de dos patas. Y sus nuevos compañeros se callaron.
Al acabar su frugal refrigerio, ya con la sed y el hambre apartadas se perreo de una cosa. Quizá no le hubiesen olvidado. Quizás sus miedos se habían hecho realidad. ¡¡HABÍAN CAZADO A SUS DOS PATAS!! Y los habrían cazado a todos: Cuchi, Jesús, y la pequeña Cuchita. Era evidente ya que si alguno de ellos estuviera con vida ahora, ya habrían vuelto a por él.
Hoshi se entristencio, pero se consolo por haber encontrado una nueva manada. Aunque fuese lejana…

* N. del M. : Los perros no piensan. Al menos no utilizando simbolos y las formas complejas en que lo hacen los humanos. Si pudieran, ahora mismo tendríamos muchos menos problemas (o más). Aunque es evidente que sí tienen sentimientos, planifican acciones y toman decisiones pero a un nivel que no podríamos pensar. Más bien serría perrear.

La novedad de los primeros días de su nueva vida, evito que Hoshi se diera cuenta de otro de este problema. Estaba demasiado ocupado en acostumbrarse a tener que esconderse, a buscar agua y comida, que no pudo darse cuenta de ello. Pero cuanto las costumbres de supervivencia se volvieron un hábito, el problema le golpeo en todo el hocico: le faltaba una manada. No es que su manada lejana, no le sirviese. Cada vez que le hacía falta, podía encontrar su consejo. Pero solo eso. Era lejana. No podía acurrucarse con ellos, no estaban calentitos, no olían, no muchas cosas. Hoshi estaba solo y le pesaba. Encontrar compañía en el bosque le fue imposible, ya que no encontró ni un dos patas que le hiciera caso y el resto de cuatro patas o eran comestibles o comedores. Por las noches Hoshi aullaba, esperando una respuesta de algún compañero. Y nada. Insistió noche tras noche, consiguiendo nada más que algún ladrido de advertencia, de algún otro compañero. Hasta que una noche respondieron. Era un aullido claro de acogida y Hoshi corrió a responder. Salio de la zona boscosa y se acerco a unas madrigueras viejas y enormes de dos patas. Siguió buscando y buscando hasta que encontró a quién le respondió: Una vieja dos patas…

El joven perro corrio hacia el sonido con toda su alma, nunca habia probado la soledad antes de aquellos dias pero no deseaba sentir su amargo sabor nunca mas.

Sin embargo, cuando llego y vio quien le habia contestado Hoshi retrocedio con timidez, asombrado de encontrar a una dos patas que hablase tan bien. Era muy raro, sobre todo porque los dos patas no sabian conversar. Si sus bocas se habrian y hacian muchos ruidos, e incluso se ponian nombres, pero casi nunca se percataban de las emociones del otro y siempre acababan discutiendo, por lo que esos ruidos suyos dejaban mucho que desear....

Tras unos momentos, y al comprobar que la dos patas estaba sola, Hoshi se atrevio finalmente a aproximarse, su nariz y orejas buscando comprobar el estado de animo de la anciana. supiese hablar o no a lo mejor habia suerte y le daba comida...

Cuando tan solo unos pocos metros le separaban de la vieja dos patas Hoshi la saludo con un gañido, tentativo y esperanzado.