La historia de Mikazuki

Aquí comienza la historia de Mikazuki.

-"Esta misión va a ser dura..." - pensó la joven japonesa sin poder evitar reprimir un suspiro... "Sin embargo, debo estar a la altura de las circunstancias. Despues de todo, es lo que se espera de mi". Llevaba toda la tarde sentada en el café, tratando de pasar desapercibida bajo la identidad de Akane Kato, turista de visita. "La única pista que tengo es un matón de poca monta, del que lo único que se es que suele frecuentar esta zona... hablando del Rey de Roma...". En efecto, tal y como esperaba, aquel indeseable apareció, junto con un par de sus... lacayos, a falta de un termino mejor..., y se dirigían a un callejón, sin duda a practicar alguna actividad poco honorable. "Parece que es hora de trabajar". Se levantó, dejo unas monedas en la mesa, y se fué del café. Un ninja debe siempre ir bien preparado, y debe esta acostumbrado a adaptarse rápidamente a cualquier situación, por lo que, dando un pequeño rodeo por las callejuelas circundantes a las que se encontraban los maleantes, utilizó el material de disfraz del que disponía en su bolso y se preparó para confrontarlos.

__________________________________________________________________________________________

Solo una aclaración, cuando escribo algo en cursiva, son pensamientos propios.

A pesar de ser las últimas horas de la tarde, con el Sol oculto tras los edificios, la ciudad aún seguía bañada por la luz diurna. La noche era preferible, pero el problema de los matones es que no puedes pedirles que esperen hasta que salgan las estrellas.

Mikazuki era nueva en la ciudad, pero no le fue demasiado difícil orientarse por aquellos callejones interconectados. Apenas había dónde esconderse. Algún contenedor de basura y poco más. Observó que las ventanas más bajas estaban tapiadas, incluso aquellas que aún tenían cristal, y para verla desde los pisos superiores alguien tendría que asomarse. Aunque aquello no aseguraba que la pudieran ver a través de una rendija. Un mendigo dormía apoyado en la pared izquierda (desde la posición de Mikuzuki).

Si quería pasar desapercibida lo más seguro sería buscar otra ruta, pero si perdía más tiempo podría perder la pista al matón. Mikazuki recapacitó y tomó una decisión.

"No puedo perder más tiempo, esta es la única pista a mi disposición...". El tiempo era demasiado precioso, y Mikazuki tomó la decisión de arriesgarse a ser vista... despues de todo, su aspecto actual no era mas que otro disfraz. Confiando en su entrenamiento, pasó desapercibida al lado del vagabundo, y se encaminó en dirección al callejón en el que se encontraban los matones. Solo tenía una oportunidad, tenía que confiar en su velocidad natural para noquear a los compinches y atrapar a su objetivo. Ya cambiada del todo a ropas que ocultasen cualquier rasgo, se enfundó una discreta máscara, respiró hondo, y se lanzó para tomar por sorpresa a los maleantes.

Llegó hasta la esquina del callejón donde se encontraba su objetivo. Estaba junto a una puerta, con las llaves en la mano y diciendo algo que hacía reir a sus lacayos. Si era por diversión o por peloteo no podía saberlo.

Aprovechando un momento en el que no miraban en su dirección se lanzó contra los matones a toda velocidad. No había ningún sitio donde esconderse, sólo podía confiar en llegar hasta ellos antes de que pudieran reaccionar. La vieron antes de llegar, pero estaba lo suficientemente cerca para golpear al más cercano.

Luchó contra los dos lacayos mientras el objetivo perdía el color de su piel. Se dio la vuelta y con manos temblorosas intentó abrir la cerradura.

Los lacayos cumplieron con el deber de ayudar a su jefe. Mikazuki tardó algo más de la cuenta en despachar a los dos matones. Además, cuando se volviera a mirar en un espejo seguramente vería un moratón en su mejilla izquierda recuerdo de este combate.

Eso daba igual, lo único malo era que su objetivo había cruzado la puerta y había entrado en el edificio. Por suerte, el muy imbécil se había dejado las llaves puestas.

Sin poder evitar llevarse la mano a la frente, Mikazuki se dispuso a entrar en la casa (Aunque no sin precaución, puesto que, aunque el matón parecía tener el CI de un babuíno, un animal asustado y acorralado puede ser peligroso). Sin embargo, sería aún así un movimiento arriesgado, puesto que no conocía las condiciones de la casa, o si el matón podría estar armado o no. Por eso, Mikazuki decidió que tendría que hacer uso de sus habilidades de sigilo, e inhabilitar al matón de un solo y certero golpe tomandole por sorpresa, para mas adelante interrogarle.

El interior de la casa tenía un olor rancio y desagradable, como si no hubiese sido limpiada en mucho tiempo (Cosa que probablemente fuese cierta), lo cual no le sorprendió en absoluto teniendo en cuenta quienes la habitaban. Para evitar una posible fuga de su objetivo (O una inesperada llegada de refuerzos), Mikazuki cerró la puerta con las llaves y se las quedó, tras lo cual, silenciosamente, se dirigió a la caza de su objetivo.

Tenía un olor rancio y desagradable, pero no era una casa. El pasillo principal desembocaba en un pequeño gimnasio. Junto a las paredes descansaban todo tipo de pesas y aparatos de musculación. El olor a sudor indicaba que se usaban a diario y que esta gente tenía algo en contra de ventilar la sala. No había ventanas, pero sí varias puertas. Podían ser habitaciones, lavabos, trasteros,... sólo había una forma de averiguarlo. En el centro un tatami presidía la sala. No parecía haber nadie.

-No fue cupla mía. ¡No fue culpa mía!

Los gritos provenían del piso superior. No le fue difícil encontrar unas escaleras.

Su objetivo estaba cerca, en el piso de arriba... pero no sabía si había alguien mas. De no haber nadie más, era obvio que había contactado con sus compañeros, por lo que no tardarían en llegar los refuerzos. Solo la quedaba una opción: dejar inconsciente a su objetivo, y buscar una forma de transportarle hasta su piso franco para interrogarle. Pero primero, tenía que capturarle.

Con el sigilo que caracteriza a su gente, Mikazuki subió las escaleras y echó un vistazo. No podía arriesgarse a otro confrontamiento múltiple despues del anterior combate. Su mejor opción, en caso de que su adversario se encontrase solo, era tomarle por sorpresa y golpearle usando la técnica Shuto para tratar de dejarle fuera de combate.

La ciudad se iba sumiendo en las sombras mientras el Sol buscaba otro lugar al que alumbrar. Mikazuki subió por las escaleras silencosa como una sombra. En el piso superior encontró a su objetivo, pegado a una de las ventanas, dando vueltas sin parar, gritándole a las sombras.

-¡Tienes que creerme! ¡No sabía lo que iban a hacerte! ¡No fue culpa mía!

Estaba claramente aterrorizado. Esperó al momento propicio para atacar. El piso superior era una única sala. Estaba llena de máquinas para correr, un ring de boxeo, varios bancos y unas cuantas columnas. El hombre encendió las luces. Daba igual, había encontrado una forma de llegar hasta él. Cuando le dio la espalda se acercó a una columna y desde allí lanzó su ataque.

El matón no vio cómo se acercaba hasta que la tuvo justo al lado. Intentó detener el golpe, pero ya era demasiado tarde. Le acertó de lleno en el cuello. El golpe fue duro, suficiente como para derribar a un hombre fornido. Sin embargo su adversario lo resistió.

-¡Por favor, no...! Espera, tú no eres él. Te mueves igual pero no eres él.

El hombre se puso en guardia, adoptando la postura típica de un boxeador. Gracias a su ataque por sorpresa estaba lastimado, pero no podía olvidar que, aunque no fuera gran cosa, ella misma ya había recibido algún golpe en su enfrentamiento anterior.

Obviamente, aquel matón la superaba en cuanto a potencia física bruta, por lo que teniendo en cuenta que ya había sufrido daños anteriormente, debía andarse con pies de plomo. Un paso en falso, un golpe mal encajado, y la situación podría volverse muy complicada. Pero si sabía algo acerca de las personas muy musculosas, es que su aguante a la fatiga es mas bien escaso, por no hablar de lentos de reflejos y de movimientos (Al menos en comparación con alguien con su entrenamiento en Ninjutsu). Tambien sabía que esta clase de personas tienden a ser de "mecha corta", y si conseguía hacerle perder la paciencia, llegaría un momento en que cometería un error. Por lo que su mejor baza consistía en esquivar los golpes sin devolverlos, mantenerse siempre que fuese posible fuera del alcanze de su adversario, cansale y frustrarle, y en el momento en que cometiera un error, golpear con todas sus fuerzas usando el golpe Shuto.

Sin embargo, y por si el golpe no era suficiente como para incapacitar a su enemigo, tendría que aprovechar el momento despues de golpear para engatillar a su adversario con el kunai que ocultaba bajo su manga. Efectivamente, este alcornoque tenía información, y se la iba a sacar por las buenas... o por las malas.

Los puñetazos llovieron sobre Mikazuki... y ninguno la alcanzó.

Su velocidad la permitía esquivar todos los golpes, pero tarde o temprano ella misma tendría que intentar golpear. Su contricante atacaba rápido y sólo con los puños, como buen boxeador. Esperó pacientemente una apertura y cuando la encontró lanzó su golpe.

El boxeador detuvo el golpe a pocos centímetros de su cuerpo a base de fuerza de voluntad. Se ganaba la vida deteniendo puñetazos y la repetición de golpes también ayudaba.

Mikazuki tenía planeado usar su kunai después del golpe, pero había fallado. ¿Era éste el mejor momento para usarlo?

No, el golpe no había conectado, pero sin embargo ahora era el momento de contraatacar, aprovechando de nuevo la velocidad de su entrenamiento usando continuamente el rápido golpe de Shika-ken, para minar aún mas su resistencia y ponerle contra las cuerdas, y cuando encontrase una abertura utilizar la Double Hit Kick para terminar con su oponente si era posible, y si le dejaba lo suficientemente aturdido, ponerle el kunai en la garganta para comenzar el interrogatorio.

Mikazuki seguía golpeando con sus puños. El boxeador sonrió. Estaba en la posición ideal para lanzar su contraataque. Desvió el puño de la kunoichi creando una apertura para golpear directo a la cabeza. Mikazuki había cometido un error fatal. Confiaba en su velocidad para ganar, pero sus golpes resultaron ser demasiado previsibles. No llegó nunca a lanzar una patada.

Sus sentidos se nublaron. Intuía más que veía acercase a su enemigo. Éste se preparó para lanzar su golpe más potente.

Recobró la vista para ver a su contrincante quieto, con sus ojos en blanco. Cayó pesadamente delante de ella. De su cuello sobresalía un shuriken. Observó el agujero en la ventana y a través de él. Una silueta se recortaba contra el cielo de la ciudad.

Takeshi.

No se lo podía creer. Despues de tantos años, allí estaba, delante de ella. Tenía tantas cosas que preguntarle, tanto de que hablar... Tratando de recuperarse, Mikazuki se aproxima a la ventana, con la intención de saltar al tejado en el que se encontraba su hermano.

En cuanto cruzaron las miradas, Takeshi dio media vuelta, listo para desaparecer.

Mikazuki trepó hasta el tejado y se situó donde había estado su hermano. Los últimos rayos del Sol desaparecían a su espalda y la noche llegaba delante de ella. Tenía que ser rápida y encontrarle antes de completarse la puesta de Sol. Entonces sería prácticamente imposible encontrarle, incluso para el ojo entrenado.

Le vio saltar de un edificio a otro y comenzó la persecución. Avanzó veloz por los tejados siguiendo los pasos de su hermano sin lograr acercarse, pero sin perder su rastro.

Finalmente le vio detenerse y esperar pacientemente, sin darse la vuelta.

-Hola, hermanita -dijo Takeshi en cuanto Mikazuki llegó junto a él-. Sigues tan lenta como te recordaba.

"Y yo veo que no has perdido un ápice de tu habilidad... ¿Que te ha pasado durante estos años? Si estabas vivo, ¿por que no nos lo hiciste saber?" En la voz de Mikazuki se notaba una mezcla de emoción y rabia. Tenía delante de ella al hermano al que había llorado su muerte, tan hábil como siempre, y debía alegrarse por que siguiese vivo... pero no podía evitar sentirse engañada. La gente no se pasa años muerta para simplemente volver un dia como si nada. Además, no podía olvidar que el matón, de alguna manera, la confundió con el, por lo que podían tener alguna clase de relación. A pesar de ser su hermano, no podía olvidar que, por mucho que la pesase, cabía la posibilidad de que fuese un enemigo.

-La ignorancia es una bendición. -dijo Takeshi.- Sólo he venido a advertirte. Abandona tu investigación. No sigas mis pasos.

Había dolor en las palabras de su hermano. Ni siquiera intentaba disimularlo. Seguía dándole la espalda y con los brazos cruzados. Para el ojo lego parecía tener la guardia baja, pero ella también había aprendido esa posición de piernas. Mantenía la guardia ante un posible ataque. Él también recelaba de la posibilidad de un combate.

"No me corresponde a mi tomar esa decisión... Nosotros los Shinobi existimos para servir, seguro que hasta tu recuerdas eso. Sin embargo, creo que por ahora daré esta misión como finalizada.". Mikazuki enfundó sus armas y se dió la vuelta para irse. "A pesar de lo que pueda parecer... me alegro de que sigas vivo, hermano", dijo, y a continuación se marchó en pos del punto de extracción acordado en la misión.

Mikazuki regresó a Japón para informar a su padre de su descubrimiento. Vio alivio en sus ojos al enterarse de que su hijo seguía vivo, pero mezclado con ello había también un rastro de aflicción. Nunca había confiado del todo en su propio hijo y sus temores se estaban confirmando.

-Hiciste bien en no enfrentarte a él -le dijo su padre-. De haber sido así ahora estaría llorando por la muerte de mi hija.

Su misión se catalogó como éxito, pero sólo de forma parcial. Aún había demasiadas preguntas sin respuesta, ni siquiera estaban seguros de que el misterioso luchador fuera en realidad el propio Takeshi. Su siguiente objetivo estaba claro. Tendría que participar en el torneo para descubrir la verdad.

Un torneo no es moco de pavo... requiere entrenamiento, técnica y decisión. Mikazuki decidió que, en vista de los eventos, necesitaría entrenar de forma intensiva si quería estar a la altura de las circunstancias en el torneo. Y, de paso, necesitaría un traje y un pseudónimo con el que participar... A pesar de ser una ninja, la sola idea de participar en el Street Fighter la aterraba y fascinaba al mismo tiempo. Tendría que pedirle a su padre que la entrenase en las Artes Ninja.

Al día siguiente Mikazuki fue requerida en la sala de entrenamiento. Cuando llegó sólo se encontraba su padre allí de rodillas sobre el tatami, meditando, concentrado. La sala había sido vaciada de todo adorno y material de entrenamiento. Sus ligeras pisadas creaban ecos en las paredes desnudas.

-Un ninja debe usar todos sus sentidos, pero no depender de ninguno -le dijo mientras se levantaba, aún con los ojos cerrados-. Tú todavía sientes debilidad por uno de ellos.

Extendió un brazo y le ofreció un pañuelo.

Mikazuki meditó un momento qué podia significar aquello, y pronto se dió cuenta. Cogió el pañuelo de manos de su padre, y acto seguido se vendó los ojos. Un ninja debe estar preparado para enfrentar cualquier amenaza... incluso aquella que no puede ser vista.

"Estoy preparada, padre... comience mi entrenamiento"

No hubo respuesta.

Unos segundos de silencio. Una pisada resonó por la sala. Provenía de su izquierda, viajó por detrás de ella, rebotó en las paredes opuestas. Nuevas pisadas sonaron, entremezclándose las nuevas con las antiguas que se resistían a desaparecer en el olvido.

Habían preparado la sala para crear ese efecto, estaba claro. Tan claro como que iba a recibir un golpe de un momento a otro si no hacía algo para evitarlo.

Sabía que era su debilidad, y tenía que esforzarse para superar sus límites. Concentró sus sentidos restantes para discernir la auténtica fuente de las pisadas. Aún asi, sabía que tampoco podía fiarse de sus otros sentidos. Debía confiar en su instinto. Se colocó en posición defensiva, y se preparó para desviar el golpe que iba a recibir en escasas milésimas de segundo.

El golpe le llegó desde la izquierda, ni siquiera había estado cerca de detenerlo.

El entrenamiento continuó. Recibió un golpe detrás de otro. Por mucho que intentaba adivinar la ubicación de su oponente, fallaba miserablemente. Cuando empezó a golpearle en la cabeza perdió definitivamente la orientación y el sentido del tiempo. Pocos golpes después el equilibrio.

-Oído, olfato, gusto y tacto. -dijo la voz de su padre repetida por el eco.- Tienes mucho donde elegir. Si uno te estorba ¿para qué usarlo? Un ninja no confía en la suerte. Él sabe. Él conoce. Él se adelanta.
¡Levántate!