La historia de Mikazuki

Ante todo, un ninja debía ser resuelto. Por muchos golpes que sufriese, no podía ceder. "Si uno te estorba, ¿para que usarlo?". Estaba claro que no podía confiar en ninguno de sus sentidos. Al fin y al cabo, todos podían ser engañados. Todos, excepto... recordó una frase que su padre le dijo muy a menudo: "Todo ser vivo posee un espíritu, más débil o más poderoso... esta fuerza es el Chi. Con los conocimientos y el entrenamiento adecuados, el Chi se puede usar para hacer grandes hazañas, como los Sellos Manuales".

Entonces lo vió claro: Si cualquier sentido convencional puede ser engañado, tendría que sentir la presencia. Todo ser vivo posee Chi, y si pudiese sentirlo, podría sentir la presencia, e incluso con el fluir del Chi podría sentir el golpe antes de recibirlo. Tenía que conseguirlo.

Mikazuki exhaló profundamente, y se concentró para ignorar sus sentidos y detectar el Chi de su padre y contraatacar.

Sus sentidos seguían dándole una información que no necesitaba. Intentó silenciarlos, revolviéndose contra sus instintos más primarios. Poco a poco conseguía ser ella quien dominara su cuerpo y no al revés.

Por un momento lo sintió. Una presencia delante de ella. No podía ser otra que la de su padre. Lo más extraño era que no había vuelto a golpearla.

-Veo que empiezas a entender. Pero eso aún está lejos de tus posibilidades.

El golpe iba directo a su pecho. Lo detuvo y lanzó una patada de vuelta. No dio más que al aire. Un barrido la hizo volver a caer.

-Tus seis sentidos no son enemigos, tienen que colaborar. Así ninguno podrá engañarte. Levántate.

Mikazuki se levantó y se preparó para continuar con el entrenamiento.

-Ya es suficiente por hoy -Mikazuki comprendió por el vacío de su estómago las horas que habían pasado-. Puedes retirarte. Nos vemos en la cena.

Mikazuki se dio cuenta de lo tremendamente dolorido que tenía el cuerpo. El entrenamiento la habia dejado agotada y magullada. Sin embargo, tuvo la sensación de que lo que su padre le quería enseñar estaba mas cerca de lo que ella creía.

Fué a quitarse la venda de los ojos, pero entonces meditó acerca de las palabras de su padre: "Tus seis sentidos no son enemigos, tienen que colaborar. Así ninguno podrá engañarte". Estaba tan cerca, que casi podía tocarlo. Y decidió que, hasta que no consiguiese comprender del todo el significado de las palabras de su padre, no se quitaría la venda. Tenía que domar sus sentidos restantes, convertirlos en sus nuevos ojos. Y la única manera de hacerlo, era forzando sus propios limites, por lo cual decidió que iría a la cena aún ciega.

Salió de la sala con la venda puesta. Conocía el lugar a la perfección, de modo que tras encontrar un punto de referencia (las voces entraban a través de la puerta principal) no le fue difícil salir al exterior. No sintió a su padre salir con ella, pero tampoco estaba segura de que se hubiese quedado dentro.

La tibieza de los rayos del Sol le sugirió que era tarde, pero no aún de noche. Escuchó a su alrededor. Su familia era gente silenciosa y tranquila, si no contabas a los niños.

-¿Por qué lleva esa venda? -preguntó un niño.

-Es un entrenamiento, idiota -le contestó otro.

Supuso que no eran los únicos que la habían visto, pero nadie le dijo nada.

La tarde transcurrió con menos problemas de los esperados. Se chocó con varias personas, que la increparon por su torpeza, pero sabía que no todo fueron errores.

Llegó la hora de la cena y se colocó en su posición. No podía ver, pero su cuerpo conocía el ritual. Le llegó el calor y el olor de la comida sobre la mesa. Estaba molida y hambrienta, pero esperó pacientemente a que llegaran los últimos,

-Bien hecho, hija -le susurró su padre. Estaba sentado a su lado, no era su sitio-. Ya puedes quitarte la venda. A menos que quieras otro desafío.

Le escuchó hacer un chasquido con los palillos. Obviamente, le estaba retando a cenar con la venda puesta,

Llegar a su casa con la venda no era suficiente. Ese simple reto no habia conseguido que sus sentidos fuesen uno. Con decisión, se giró hacia donde sentía que estaba su padre, y dijo "No, padre, aún no me quitaré la venda. Aún no es suficiente. No hasta que no me mueva con la misma soltura con venda o sin ella. Aunque mis sentidos se estén acostumbrando a la falta de visión, si me quitase la venda ahora habría fracasado en mi entrenamiento. Quiero un reto mayor. Cenaré con la venda. Entrenaré con la venda. Viviré con la venda, hasta que mis sentidos sean uno.", y acto seguido, se dispuso a cenar. El olor y el calor de la comida recien hecha serían sus sentidos. Su padre esperaba mucho de ella, y no le defraudaría.

-Como quieras -Mikazuki no terminó de entender si era un reproche o una alabanza.

La cena transcurrió sin más incidentes. Su familia seguía actuando como si no llevara la venda puesta. Recordó haber visto algo así una vez. Su hermano había pasado por ese mismo entrenamiento. Estuvo días enteros con la venda puesta, sólo quitándosela para lavarla, con los ojos cerrados. Ahora ella misma estaba siguiendo sus pasos. Los pasos que le habían llevado a la deserción.

Pasaron varios días sin luz para Mikazuki. Entrenaba sus sentidos sin descanso. Ya fuera vistiéndose, comiendo o peleando, tenía que guiarse por los sonidos, el tacto e incluso por destellos de Chi.

Una tarde, en el dojo de entrenamiento, su padre le ordenó.

-Ya puedes quitarte la venda.

Tardó un poco en recobrar la vista. Sus ojos tenían que recuperar de nuevo el ritmo. Parpadeó varias veces y la imagen volvió a formarse.

En el dojo, sentados silenciosos y expectantes, los ancianos del clan la estaban observando. No los había detectado, aún tenía mucho que aprender.

-Ha llegado la hora de ponerte a prueba. Traed el muñeco.

Tras recibir la orden, un par de jóvenes cargaron con un muñeco y lo depositaron junto a ellos. Tenía forma humana. Los cascabeles que portaba tintinearon incluso unos segundos después de ser colocado.

-Esta es tu prueba para convertirte en Genin. Quítale todos los cascabeles al muñeco sin que ninguno suene.

Al fin habia llegado el momento de su prueba. Comprobaría si el estricto entrenamiento había surtido efecto. La prueba era dificil, eso no lo dudaba, pero su hermano, asi como muchos miembros de su familia, la habían superado, por lo que ella no podía permitirse quedarse atrás. Mikazuki se acercó al muñeco, estudiando minuciosamente la posición de cada uno de los cascabeles. Una vez hubo terminado la inspección, adoptó una kata de combate, y se concentró. Recordó todo lo que había aprendido, a ver sin ver, a oir sin oir, a tocar sin tocar, a anular sus propios sentidos, y que sin embargo todos funcionasen como una única y poderosa herramienta de percepción; notó su propia circulación de Chi, y tratando de concentrar su energía en las manos, se dispuso a explotar al máximo su agilidad, precisión y velocidad para coger uno a uno los cascabeles con la suavidad con la que un artista de ikebana recorta y coloca sus flores, y despues a mantener el cascabel dentro de su puño con la firmeza de un tigre agarrando su presa, amortiguando y acallandolo. Ella era una ninja, un susurro entre las hojas, una sombra en la oscuridad, y el fracaso no era una opción.

Lanzó sus manos en pos de los cascabeles. Doce en total. Cabeza, cuello, torso, espalda, dos codos, dos manos, dos rodillas y dos pies. Reunió los doce juntándolos en su mano izquierda. Sin hacer ningún ruido, había superado la prueba.

Entonces su mano se precipitó hacia el muñeco una vez más. Algo tiraba de ella, un impulso superior a su voluntad. El Chi que ella misma creía controlar.

El ruido reverberó por toda la sala, pero no pertenecía a ningún cascabel. Había destrozado el torso del muñeco. Su mano sujetaba algo que colgaba del extremo de un fino cordel. Lo sustrajo con suavidad y abrió la mano.

Otro cascabel.

Los ancianos se miraron en silencio. Parsimoniosamente se pusieron en pie e hicieron una reverencia.

-Enhorabuena -dijo su abuelo. Acto seguido los ancianos abandonaron el dojo en silencio.

Se quedó a solas con su padre. Guardaba silencio. Su mirada fija en el cascabel.

-Veo que has cogido el decimotercer cascabel. Sólo un puñado de aspirantes consiguen percatarse de su presencia. Y sólo uno llegó a cogerlo... -sin terminar la frase se encaminó hacia la puerta . Enhorabuena, ya eres oficialmente una Genin.

Mikazuki continuó con su entrenamiento. Poco cambió en su día a día. Conseguir el rango de Genin no era más que el comienzo.

Sí encontró a su padre más meditativo de lo normal durante los días siguientes al examen. Distante, casi parecía preocupado.

-Has demostrado la fuerza y velocidad de tus puños -le dijo su padre en el dojo-, ahora vamos a centrarnos un poco más en las piernas. Esta vez sin muñeco, ésos no devuelven el golpe.

Su padre se puso en guardia y esperó el ataque.

Mikazuki se concentró, tratando de dominar su Chi. Sabía que su padre no se limitaría a bloquear o esquivar el ataque, aunque en principio solo pareciese eso. Lanzó su ataque, mientras trataba de percibir el Chi de su padre, tratando de averiguar cual sería su reacción.

Si, necesito hacer preparativos para el torneo. Necesitaria un traje y un pseudónimo, para disociar mi identidad real con la de participante del torneo.

En cuanto al traje, algo asi estaría bien: http://fc03.deviantart.net/fs21/f/2007/243/9/7/kunoichi_by_zecarnevilcat.jpg

Y en cuanto al pseudonimo... "Shinobi" sería un buen comienzo...